Allá, a finales de los 50s y primero de los 60s, los juegos eran más
sencillos, lo importante era tener amigos (hoy no parece tan obvio), los
chavales jugaban al aire libre, en locales cerrados o en casa, los primeros
eran juegos que se practicaban corriendo: el pañuelo, el rescate, al balón,
etc... o también se jugaban con utensilios tan baratos como útiles: las canicas
(los bolis), las chapas, la peonza (la repiona), la picota, los que se jugaban en local
cerrado eran los clásicos familiares (imposible olvidar los Juegos Reunidos
Geyper) que creo que todavía existen, en ellos había un porrón de juegos de
mesa, desde el parchís, la oca, las tres en raya, las cartas, los dados, etc...
y los que se jugaban en locales cerrados
a tal efecto eran fundamentalmente: el futbolín, el billar, el
ping-pong, estos dos últimos para los más mayores, tampoco olvidarnos de las
pinball (máquinas de las bolas).
La chicas compartían los juegos de mesa, aunque ellas tenían
también recortables de muñecas y luego no jugaban a ciertos juegos clásicos de
chicos para no ser consideradas "marimachos", sin embargo, todas
tenían su muñeca, y en cuanto a juegos al aire libre, la comba y el escondite
predominaban sobre todos los demás.
Para todos esos juegos era necesario tener acompañante o
contrincante, por lo que no existían juegos individuales, esa necesidad de
jugar que tiene todo niño, en todas las épocas, se debía compartir con otro, a
la fuerza, hasta la radio que no era un juego, se escuchaba en familia, bien
fueran los cuentos, canciones o seriales infantiles.
El rescate era el juego estrella en el colegio, sobre todo en
invierno, muchas veces terminábamos en el suelo con las rodillas destrozadas,
pero a nosotros nos daba igual, esa emoción de ir corriendo a esconderte, esa
adrenalina que subía cuándo veías que iban a por ti, ese sprint final para
salvar a tus compañeros, esa alegría auténtica e intensa cuando lo
conseguías... ¡¡Por mí, por todos mis compañeros y por mí el primero...!!.
Entre muchachos, un boli, dos chapas (platis) o tres cromos eran
todas nuestras armas, todo nuestro capital, de hecho actuaba como moneda de
cambio, nada tan normal en el recreo como cambiarse chapas, cromos o canicas,
lo más común que podía ocurrir era que habías perdido o ganado tantos cromos o
canicas en el juego.
¿Alguien imagina a un niño hoy jugando a las chapas o a los
bolis? es difícil, los tiempos han cambiado.
Nos pasábamos el tiempo en la calle, jugando y jugando con
otro montón de niños, al un dos tres escondite inglés, a los cromos (recuerdo el nombre de Madinabeitia, portero del
Atletico de Madrid), era uno de los más deseados por su nombre tan largo, y por
supuesto al fútbol, a la llevas, el pañuelo, los bolis, el rescate, a la una anda la mula
etc….
Pero había grandes alternativas como la peonza, o el pinche (el pinche lo
llamaban porque se jugaba con clavos enormes o cualquier cosa puntiaguda,
algunos chavales usaban limas que sin el mango de madera eran perfectas para
clavarlas) otra alternativa era que en ocasiones íbamos a tirarle piedras a
otros chavales de otras calles, hacíamos “guerrilla”.
Ya no se ven rayuelas o tejo en los parques (esas
cuadrículas de tiza en las que tirabas una piedra y la recorrías a la pata
coja, nadie juega a churro-media manga-mangotera (un juego en el que hacías una
cadena de gente con la cabeza entre las piernas del anterior y los del equipo
contrario saltaban encima y el primer agachado tenía que adivinar si es que conseguían
mantener el equilibrio con todos los demás encima, el premio consistía en
intercambia los papeles y pasar de saltado a saltador.
Con las canicas (los bolis, para nosotros) había muchos juegos, las bolas
pobres eran las de arcilla, había unas más caras de china, de piedra, de cristal y en según qué juegos, los
más afortunados conseguían rodamientos de acero para machacar literalmente a
los otros jugadores.
Un juguete que se hizo popular entonces fué Pipo el muñeco
que fumaba, era un pequeño muñeco de plástico que representaba un niño en pose
provocativa y con un pitillo en la boca, fue muy famoso en los años 60/70
porque echaba humo cuando se le ponía un cigarrillo pequeño en la boca.
Las veces que hemos jugado en la "arena de Paulino" (detrás
del Colegio de los Maristas), también había muchas lagartijas las cuales
atrapábamos y luego a jugar con ellas aunque algunas no lograban sobrevivir ya
que eran delicadas sobre todo cuando perdían ese rabo que al caerse, no se estaba quieto.
Juegos que ya se están olvidando, pero que los que
disfrutamos con ellos, nunca los olvidaremos por muchas novedades que hayan
aflorado.
°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°
No hay comentarios:
Publicar un comentario