Hay muchas personas que cuando las conoces al principio te
parecen de lo más simpáticas, ya que suelen ser sociables, buenos conversadores y con
una personalidad atrayente.
Sin embargo, con el paso del tiempo comienzas a
sentir que esa persona es algo pesada, pues habla mucho y casi siempre de sí misma.
Te cuenta una y otra vez las mismas historias, es alguien que se siente
autorizado a hablar de cualquier tema, aunque no lo conozca, pero nadie lo calla.
Después de que has hablado con esa persona sientes que has
perdido el tiempo, al final nunca conversastes con ella, sino que fuiste una especie
de sparring en un largo monólogo. Por eso es probable que cuando vuelvas a
encontrarte con esa persona inventes alguna excusa para que no haya lugar a
alguna charla.
Luego está el egocéntrico (que de estos hay un rato), este es aquel individuo que se cree que es el centro del mundo, y
por caso, todo lo que hace y dice considera que debe ser objeto de atención del
resto de las personas. Es una persona que habla mucho de sí misma y que no ha
establecido un límite claro entre él mismo y su entorno. Su personalidad
narcisista le impide suponer que no es el centro de atención de los demás. Por eso encuentra
normal que todas las conversaciones giren en torno a él o ella.
En realidad, no se les pasa por la cabeza que sus peroratas
puedan aburrir a otros, y si se lo dicen directamente, asumirán que el problema
está en el otro, no en ellos mismos.
Hay quienes siempre hablan de sí mismos para hacer un
inventario de sufrimientos, ni te piden ayuda, ni aceptan tus consejos, suponen
que tú debes simplemente actuar de forma considerada con ellos.
Otros hacen lo
contrario, te presentan una cadena de historias para probarte cuán maravillosos
son.
Te hablan de sus miles de hazañas cotidianas, esperando siempre algún
hurra de tu parte.
Hay quien te habla de sus problemas para pedirte
orientación. Es como si fueras su terapeuta privado, y gratis. Son personas que
jamás te preguntan cómo estás o si tú también tienes dificultades.
Dan por
hecho que sus problemas son más graves y que es tu obligación escucharlos y
aconsejarlos.
En todos estos casos no hay una conversación genuina. Se
trata más bien de un mecanismo de manipulación a través de la palabra. Entras
con ellos en un juego extraño, en el que a veces te puedes llegar a sentir
comprometido a seguir ahí. Obligado a escucharlos, a elogiarlos o a
compadecerlos. Pero tu lazo con esas personas no es auténtico, siempre opera
bajo la sombra de esa sensación que te dice “algo no anda bien”.
Es bueno que en algún momento le expreses directamente y de
forma amable, lo positiva que es una conversación cuando hay posibilidad tanto
de hablar como de escuchar. También es bueno que le invites a hablar de nuevos
temas.
Aunque no es imposible tratar a este tipo de personas, ya
que en muchas ocasiones vuelven a ser los simpáticos que conociste al comienzo,
sí es necesario aprender a poner límites. Si sientes que te afecta, que te pone
incómodo, te desata sentimientos de culpa o de vacío, mejor te alejas.
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