Hace ya bastante tiempo que en la mayor parte de las casas no disponían de agua corriente, eran aquellos tiempos en que las fuentes de la ciudad servían no solo para apagar la sed de los paseantes de sus calles y plazas, sino que les proporcionaban el preciado líquido para asearse, cocinar, fregar los suelos y lavar la ropa, así como nuestros ríos fueron los medios con que contaron nuestros antepasados para atender, entre otras sugerencias, la limpieza de sus ropas.
Pero las necesidades derivadas de la falta de agua corriente en las casas, se remontan a fechas muy anteriores a la "traída del agua" y nuestros ríos fueron los medios con que contaron nuestros antepasados para atender, entre otras sugerencias, la limpieza de sus ropas.
Como era natural en la época, las mujeres de la casa lavaban la ropa, aunque en las casas "pudientes" este trabajo solían realizarlo las lavanderas, mujeres cuyos servicios se contrataban en función de la cantidad y frecuencia de la ropa de lavar.
En el caso de no disponer de lavadero en la casa y si no era alguna de las mujeres de la familia la encargada de “ir a lavar”, las lavanderas recogían la ropa para lavarla en el río o en alguno de los lavaderos públicos, en el caso de mi pueblo era "El Chamorro" .
Las lavanderas fueron unos personajes populares y su semblanza la de unas mujeres de distintas edades, provistas de un cajón de madera que utilizaban para llevar la ropa y arrodillarse sobre el desigual terreno de las orillas de los ríos, aquella imágenes constituían sin duda, una estampa cotidiana.
Pese a lo que el recuerdo pueda tener de entrañable, ello no quita un ápice de dureza al trabajo que realizaron estas mujeres, a quienes la dura meteorología no impedía cumplir con una labor que, materialmente se les deformaban sus manos en un servicio imprescindible que nunca les fue reconocido.
Aquel agua se llebaba los sudores y las penas que se perdían aguas abajo, junto al canto de pájaros y la brisa de los campos.
Este es mi humilde recuerdo y reconocimiento para aquellas sacrificadas mujeres trabajadoras......... Por vosotras.
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Poema dedicado a ellas del escritor
pacense José Luis González Lebrijo
Bajando de la laguna,
ya vienen las aguas claras
caminando hacia su río,
hacia mi río Guadiana.
Huyen las aguas puras,
rueda y rueda entre las zarzas
y entre las piedras que rugen
cuando las sacude el agua,
huyendo del manantío
hasta la charca y las jaras,
muy cerquita del camino
donde la joven se para
cargadita de las ropas
que carga a sus espaldas.
Y con la panera al hombro,
y en el agua arrodillada,
refriega que te refriega
sin susurrar ni palabra.
Así pasaba las horas
y su rostro reflejaba,
en las aguas del arroyo
que deprisa circulaban.
Refriega que te refriega,
reflejando su mirada,
viendo el paso de las horas
que el viento se las llevaba
con el olor a jabón
que ella misma fabricaba.
Y refregando la ropa
y refregando su falda,
rumiaba los pensamientos
que no sirvieron de nada.
Soñaba con un futuro
donde no sería esclava
de la ropa y la panera,
ni de sus manos llagadas,
sean sus manos de soltera,
sean sus manos de casada.
Bendita tu mujer casta,
bendita y bien amada;
las mujeres extremeñas
las que se lavan la cara
con las agua del arrollo
que bajan limpias y claras.
Las aguas que ronronean
cuando bajan la cañada
buscando bien su vereda,
y buscando aquellas manos
de mujeres lavanderas.
José Luis González Lebrijo
“Retazos de Cortezas”
ooooooooooooooo
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