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viernes, 2 de abril de 2021

AQUELLOS EMIGRANTES


Entre 1960 y 1975 se produjo uno de los fenómenos demográficos más importantes en la historia contemporánea de España, la emigración masiva del campo a la ciudad, y una de las regiones del país que más sufrió el despoblamiento fue Extremadura, que vio cómo una parte importante de su población más joven y emprendedora se iba en busca de trabajo a otros lugares de España o Europa, esas causas de la emigración extremeña son muy claras, pues ante la falta de trabajo y perspectiva de futuro, mucha gente decidió irse fuera de la región, donde hubiera trabajo. 


Sin duda, durante esos años se produjo uno de los movimientos de población más grandes de la historia de nuestro país, pues alrededor de dos millones de personas abandonaron sus casas, sus tierras, sus oficios y sus entornos para dirigirse a las zonas industriales del país y del extranjero en busca de trabajo. 
Esa idea de emigrar nació cuando empezaron a llegar noticias, a través de la radio, primero, y de la TV, después, de otras vidas, de otras situaciones decididamente mejores. 

Con un millón de extremeños lejos de su tierra, esos que desde la década de los 50 y los 60 , cogieron la maleta y se fueron por esos mundos de Dios a buscarse ese pan que su tierra desgraciadamente no les daba, esos
que un día pusieron lo poco que tenían en una maleta y se embarcaron rumbo a otros lugares, incluso a un país lejano, sin formación ni idiomas, en busca de un futuro mejor.
Y nuestro país está sembrado de ellos, especialmente por el Norte y Cataluña, regiones que se vieron favorecidas con la fuerza del trabajo y del ingenio de los nuestros, allí echaron raíces, se casaron, tuvieron hijos y nietos y demás. 
Y ahora, en la edad de la jubilación, vuelven a su tierra para darse un baño de identidad y de afirmación extremeñista, tan caras hoy día en una sociedad homogeneizadora como la que nos está tocando vivir. 
Unos vienen por las fiestas de agosto, las concurridísimas del emigrante, y otros lo hacen periódicamente, visitando a sus mayores o a sus muchos amigos que dejaron en el pueblo o en la ciudad. 
Aquí en Badajoz podíamos verlos, en grupos familiares, con el corazón encogido y con lágrimas en los ojos, cuando salía la Patrona, la Virgen de la Soledad, en la noche del Viernes Santo, o cuando llegaba la romería de Bótoa, pegados al lado del paso de la Virgen y de las lavanderas, cuando éstas cantan sus viejas coplas de rogativas y de romería. 



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