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miércoles, 2 de septiembre de 2020

AQUELLOS VECINOS DE ANTES


Aquella era la vecindad de las calles sin asfaltar y sin aceras, era la vecindad de las primeras manifestaciones en pos de mejoras para los barrios, era la vecindad solidaria con todos y para todos y, además, muchas de las veces, con una amplia sonrisa entre los labios. 
Era la vecindad de las tiendas del barrio que apuntaban lo que compraban nuestras madres y abuelas para pagar a fin de mes, era la vecindad, que cuando moría alguien, si era necesario, se hacían colectas para el entierro del vecino, era la vecindad, que ante la adversidad de la enfermedad, jamás faltaba nada en casa del enfermo, y esas puertas de las casas estaban siempre abiertas. 
Esa vecindad con aquellos motes que les descubrían, que no tenían sentido peyorativo ni ofensivo, simplemente, que con esas palabras, cualquier vecino del barrio podía ubicar y asociar inmediatamente de quién estaban hablando. 
Cuando caía el sol los vecinos se sentaban en sus puertas, y allí echaban sus ratos de tertulia, de chascarrillos, y se ponían al día de todo lo que sucedía en el barrio, aquellos corrillos en las calles eran una estampa habitual durante todo el verano. 
Era algo característico de los barrios, y rara era la calle de ellos que se quedaba vacía, por las tardes y noches de argumentos e historias.
Era una costumbre que ya se ha perdido, la de compartir esos ratos ociosos con sus vecinos de la calle.
Y es en ese conjunto de seres humanos de distinta condición, donde la vecindad se fraguaba en aquellos años tan llenos de nada y tan vacíos de todo, hoy en día los vecinos casi no se conocen en sus propios edificios, y es raro que si alguien necesita algo, lo pida al vecino, llamas donde sea y te lo traen enseguida. 
Aquellos vecinos de antes se convertían en numerosas ocasiones en la familia más cercana, aquellos con quien compartes penas y alegrías cada día, los guardianes de los recuerdos compartidos.
Cada uno de nosotros, tiene cierto apego a la calle o barrio que le vió nacer y creer, y donde desde pequeño se relacionó con sus amigos y vecinos, eso desde luego queda grabado para siempre (y guardado en nuestra "mochila"), aunque por caprichos del destino o por necesidad, esa persona haya tenido que marchar lejos de sus raíces. 
Siempre existirá ese recuerdo, y quizás un poquito de nostalgia, hacia nuestro lugar de origen y hacia aquellas calles, amigos, vecinos, con los que compartimos parte de nuestra niñez o juventud. 
Nuestro barrio, y sobre todo nuestra calle siempre estará con nosotros como algo importante dentro de nuestras vidas, bien por haber nacido, crecido, o haber vivido nuestra infancia o juventud, en ese determinado lugar.
La nostalgia forma parte de nuestras vidas, y espero y deseo que estos pequeños recuerdos os hayan hecho sonreír y disfrutar recordando vuestra infancia y juventud.



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